Juegos

Pedro Plaza Salvati


Abro la puerta. Está desnuda. Se da cuenta del bulto en mi pantalón. Se cubre con las sábanas hasta el cuello. Mueve la cabeza. Me mira y saca la lengua como un limpiaparabrisas.

Me quito la franela, el cinturón, los pantalones, las medias, el reloj y el crucifijo. Me quedo en interiores; los que tienen estampada la figura de Pamela Anderson. Enciendo las luces. Necesito claridad: no te hagas la que no sabes, le dije. Ella me pide que las apague porque prefiere la oscuridad; que eso ya yo lo sabía, que si quiero fastidiarla. Busco un punto medio: enciendo sólo la lámpara de la mesa de noche.

¿Estás segura?, le pregunto, para confirmar una vez más. Después de todo lo que hemos esperado, créeme que lo he pensado bastante, me responde.

De pronto se va la luz. No puede ser, coño, ¡el plan de racionamiento, justo ahora! Abro la puerta del pasillo. No veo casi nada. Se encienden las luces de emergencia. Con el silencio del apagón, ya sin el aire acondicionado y la música hindú de fondo, sólo se escuchan gemidos provenientes de otros pisos y de habitaciones más cercanas. Siento el olor a humedad en la alfombra y distingo, en la penumbra, los dibujos estampados del Taj Mahal, que le da nombre a este motel. Oigo golpes de copetes de madera contra las paredes.

Regreso a la habitación. Cierro la puerta. En ese preciso instante regresa la luz. Resucita el aire acondicionado, los sonidos orientales y el agüita de la fuente que cae de un elefante en dos patas y de trompa parada.

Se te bajó, me dice, pero eso ya me lo esperaba, tú con tu manía de toda la vida, asustado y siempre pidiendo claridad. Vamos a hacer algo, le digo, voy a salir de la habitación y regreso, como si no nos hubiéramos visto antes. Deja encendida la lámpara de la mesa de noche y te quitas las sábanas de encima. Está bien, como tú digas; siempre tan mandón.

Salgo del cuarto. Nadie ve a Pamela. Espero unos segundos. Tock, tock. ¿Lista? Sí. Entro. La veo desnuda. Tengo la segunda erección. Que no se vaya la luz, pienso. ¡No, no te tapes! Está bien, pero quítate a Pamela. Poco a poco empiezo a deslizar el interior hacia abajo. Se traba en su descenso como un pedazo de ropa en un tendedero. Me acerco a la cama. Ella vuelve a girar la lengua como un limpiaparabrisas. Estoy a punto de explotar. Casi no puedo más y ni siquiera la he tocado. Tengo una reflexión en medio de la represa sexual a punto de inundación: pienso en papá y mamá; lo que estarían haciendo ahora en casa, sentados frente al televisor, con su rutina, y los cuadernos de tarea sin abrir. Pienso en Floppy, que mueve la cola y se echa sobre la alfombra.

Pienso en todo eso, en segundos, pero mi primo sigue tieso como un extraterrestre con vida propia. ¡Aterriza la nave, pendejo!, me dice una voz: tu primera vez en el planeta tierra, vamos: Welcome to the jungle, Gun & Roses, se me viene a la cabeza. Le pido que abra las piernas. Sí, está bien, yo sé que eso te gusta; tantas veces que me lo pediste cuando dormíamos en el mismo cuarto. Es verdad, pero ahora sí lo vamos a hacer: llegó el momento. Me acercó más. La abrazo. Me veo reflejado en sus ojos, en algunos rasgos de su cara… Me esfuerzo. Cuesta trabajo adentrarse en el territorio desconocido. Le duele mucho pero, al mismo tiempo, parece no darle importancia: como si se tratara de uno de nuestros juegos de siempre: La membranita, se llamaría éste.

La represa libera todo su contenido luego de romper la barrera… Superado su dolor y sin haber ella llegado a ningún clímax aparente, de pronto la veo ausente de emociones, junto a los manchones de sangre. Mis amigos me dicen que las putas aparentan; gritan; rasguñan… Pero ella no tiene nada que pretender, quizás por la confianza. Casi que nos podríamos poner a jugar ahora mismo pisa y corre, barajitas, ladrón y policía, Nintendo, Wii.

Pienso en papá leyendo el periódico en su butaca. Espero que no haya revisado su cartera, que no se de cuenta de los billetes ausentes que aceptaron con gusto aquí, en el Taj Mahal.

Pienso en mamá con la cena lista, preguntándose, dónde nos habremos metido.

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